Salgo de vacaciones y quiero saber el tiempo que hace en el luger de mi destino. Consulto un índice web para dar con una página que me proporcione información sobre este tema.
Algunos se asombran de que no haya verificación de la información presentada en el web. Que cualquiera pueda publicar textos sin que nadie se ponga. Intento explicar a un colega que me hace esta observación, que efectivamente no hay instancia verificadora que compruebe lo que se publica. ¿Qué se puede contestar a la agitación inquieta de mi compañero, que se cree asediado de mentiras? Dos cosas.
Que la verificación de lo que se pretende decir es imposible. Si en Europa decimos que ‘blanco’, puede ser que en otra parte se interprete de otra manera y que hubiera habido que decir ‘verde’ o ‘ser’. Y es que lo real depende de:
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- lo que es informativo
Escribiendo una carta a un amigo peruano, le puedo anunciar que hace sol en Bélgica. El sin duda se asombrará, porque no se puede imaginar por qué no hubiera sol.
- lo que es informativo
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- lo que es históricamente correcto
Afirmar que las brujas no existen es posible en el siglo XX, pero hace algunos siglos Europa vivía con la convicción asesina y la certidumbre de que existían y había que protegerse de ellas.
- lo que es históricamente correcto
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- lo que es políticamente correcto, o sea: lo que se puede decir
En la Europa de los años cincuenta y sesenta, abogar por la protección de la naturaleza era una absurdidad. ¿Por qué hablar de proteger una cosa eterna que siempre había sido y siempre seguiría igual?
- lo que es políticamente correcto, o sea: lo que se puede decir
Por otra parte, cabe preguntarse quién sería el controlador. Sería el Gran Hermano que se acercaría a gran paso. Si constara que fuera preciso verificar lo dicho por cualquiera, sería también imprescindible controlar los controladores, para comprobar la veracidad de las verificaciones. O sea organizar una censura universal y generalizada, una sociedad vigilada y politizada.
En fin, opino en un plano filosófico que la realidad no existe. No exactamente que no exista, sino que no podemos decir nada sobre ella. Si estamos convencido de que algo es real y que nuestro interlocutor ve las cosas de un modo equivocado, no tenemos otros medios para intentar convencerle que el idioma. No se puede salir del idioma para confrontarse ‘directamente’ con la realidad. No que el idioma sea una cárcel de la humanidad – es precisamente la condición necesaria de la misma.
Esta postura es antirrealista no es ni nominalista ni idealista. No se trata de la existencia de un objeto implicado por la existancia de una palabra para denominarla. Se trata de una organización del universo y de las experiencias vividas gracias a la lengua, y de la imposibilidad de vivir la realidad sin al mismo momento experimentarla.
Pues bien, si voy a la panadería a comprarme un pan, y alguien me cuenta las vacaciones maravillosas que ha tenido, no voy a mandar un inspector para verificar sus decires. Y si un amigo habla de una pérdida tremenda que acaba de subir, intentaré consolarle en vez de controlar.